TEORÍA
DE LA RECEPCIÓN
La teoría de la recepción supuso un cambio a la hora de
valorar la obra de arte, al considerar al lector o receptor como punto de
referencia histórica para el estudio de una obra. La historia de la literatura,
como la del arte en general, se ha ocupado preferentemente de las obras en sí o
de los autores. Al incidir especialmente en el receptor, no sólo entendido como
público que consume un producto, sino, y esto es fundamental, como elemento
constitutivo del hecho artístico, la teoría de la recepción abre un nuevo
enfoque de la obra artística.
La historia de una obra está fuertemente determinada por la
actitud de los diversos receptores o intérpretes, que según los tiempos, la
aprecian de distintas maneras. Incluso el proceso de producción está igualmente
afectado por el proceso receptivo. Al fin y al cabo los artistas son también
receptores de otras obras y de los gustos de una clientela a la que han de
satisfacer. Y todo esto mediatiza en algunos casos su producción y queda
reflejado en sus realizaciones. Por eso la teoría de la estética de la
recepción contempla también los papeles jugados por el crítico y el historiador
en la determinación de la comprensión de las obras por receptores ajenos o
lejanos al momento propio de su creación. Estos fenómenos son analizados en una
parte de la teoría llamada historia de la recepción.
Esta teoría fue desarrollada a partir de los trabajos de
Hans Robert Gauss (1921-1997) y Wolfgang Iser (1926), y en torno a esta teoría
surgió la llamada Escuela de Constanza, por ser en esta universidad alemana
donde enseñaban sus primeros maestros y donde se formaron otros importantes
representantes de esta corriente metodológica.
Tanto Jauss como Isser, fueron profesores de literatura en
la Universidad de Constanza, y ambos son la cabeza visible de lo que algunos
prefieren llamar “estética de la recepción” y otros “teoría de la recepción”.
Postularon su teoría de la recepción en torno a la literatura, pero el éxito
alcanzado y el gran número de aplicaciones que se han hecho con resultados
satisfactorios en el campo de la literatura avalan la calidad de una
metodología que por su versatilidad y apertura admite la aplicación a otros
campos de la creación artística. Además, otra razón fundamental de su éxito es
ser una metodología no exclusivista pues reclama la relación interdisciplinar
con otras ciencias para facilitar mejor el conocimiento de los hechos. La
teoría de la recepción parte de los análisis sobre teoría de la comunicación
iniciada ya por las semióticas de Saussure y Pierce, donde se reconoce como
fundamental el llamado triángulo semiótico constituido por el emisor, el medio
de comunicación y el receptor o destinatario. Su estética acentúa de manera
particular la historicidad del arte y su carácter público al situar en su
centro al sujeto que percibe y el contexto en que las obras son recibidas.
Jauss, a la hora de la lectura, distingue entre dos
horizontes:
“El literario interno, implicado por la obra, y el
entornal, aportado por el lector de una sociedad determinada”1. También nos
dice que “la organización de un horizonte de expectativa literario interno, al
ser deducible del propio texto, es mucho menos problemática que la de un
horizonte de expectativa social, ya que éste no está tematizado como contexto
de un entorno histórico”2.
Además, tanto Jauss como Iser valoran como necesario el
elemento del disfrute o la creatividad personal ante la experiencia estética.
Jauss condiciona el situarse en un plano reflexivo como situación ideal para
obtenerlo, y así nos dice que “solo en el plano reflexivo de la experiencia
estética, el observador saboreará o sabrá saborear estéticamente situaciones de
la vida que reconoce en ese instante o que le afectan personalmente, siempre
que, de manera consciente, se introduzca en el papel del observador y sepa
disfrutarlo”3.
Para Iser, “La lectura se convierte sólo en placer allí
donde nuestra productividad entra en juego”4. También para dicho autor, las
significaciones de los textos literarios [y de las obras de arte] sólo se
generan en el proceso de lectura.
TEORÍA
DE LA INTERACCIÓN SIMBÓLICA
Desde el Interaccionismo Simbólico se destaca la naturaleza
simbólica de la vida social. La finalidad principal de las investigaciones que
se realizaron desde esta perspectiva fue el estudio de la interpretación por
parte de los actores de los símbolos nacidos de sus actividades interactivas.
En este sentido, en Symbolic Interaccionism, Herbert Blumer
(1968) establece las tres premisas básicas de este enfoque:
1. Los humanos actúan respecto de las cosas sobre la base
de las significaciones que estas cosas tienen para ellos, o lo que es lo mismo,
la gente actúa sobre la base del significado que atribuye a los objetos y
situaciones que le rodean.
2. La significación de estas cosas deriva, o surge, de la
interacción social que un individuo tiene con los demás actores.
3. Estas significaciones se utilizan como un proceso de
interpretación efectuado por la persona en su relación con las cosas que
encuentra, y se modifican a través de dicho proceso.
De estas premisas se extrae que el análisis de la
interacción entre el actor y el mundo parte de una concepción de ambos
elementos como procesos dinámicos y no como estructuras estáticas. Así
entonces, se asigna una importancia enorme a la capacidad del actor para
interpretar el mundo social.
Los interaccionistas simbólicos conciben el lenguaje como
un vasto sistema de símbolos. Las palabras son símbolos porque se utilizan para
significar cosas, y hacen posible todos los demás signos. Los actos, los
objetos y las palabras existen y tienen significado sólo porque han sido o
pueden ser descritas mediante el uso de las palabras.
Uno de los conceptos de mayor importancia dentro de la
corriente del Interaccionismo Simbólico fue el de self, propuesto por George
Herbert Mead. En términos generales, el self (‘sí mismo’) se refiere a la
capacidad de considerarse a uno mismo como objeto; el self tiene la peculiar
capacidad de ser tanto sujeto como objeto, y presupone un proceso social: la
comunicación entre los seres humanos. El mecanismo general para el desarrollo
del self es la reflexión, o la capacidad de ponernos inconscientemente en el
lugar de otros y de actuar como hablarían ellos. Es mediante la reflexión que
el proceso social es interiorizado en la experiencia de los individuos
implicados en él. Por tales medios, que permiten al individuo adoptar la
actitud del otro hacia él, el individuo está conscientemente capacitado para
adaptarse a ese proceso y para modificar la resultante de dicho proceso en
cualquier acto social dado.
Mead identifica dos aspectos o fases del self: el yo y el
mí. El yo es la respuesta inmediata de un individuo a otro; es el aspecto
incalculable, imprevisible y creativo del self. Las personas no saben con
antelación cómo será la acción del 'yo'. El yo reacciona contra el mí, que es
el conjunto organizado de actitudes de los demás que uno asume.
BIBLIOGRAFÍA:
Revista musicalia. Aproximación a la teoría de la recepción
y su interrelación con la obra musical. Disponible en: http://www.csmcordoba.com/revista-musicalia/musicalia-numero-2/190-aproximacion-a-la-teoria-de-la-recepcion-y-su-interrelacion-con-la-obra-musical
Rizo, M. (2012). El
interaccionismo simbólico y la Escuela de Palo Alto: Hacia un nuevo concepto de
comunicación. Aula abierta: Lecciones Básicas. Disponible en:
http://portalcomunicacao.com/uploads/pdf/17_esp.pdf